Sobre la activación pública en la plaza Jardín Morelos

La activación del proyecto Warning Tapes que Trauma Interdisciplina llevó a cabo en la Plaza Jardín Morelos me hizo reflexionar intensamente sobre la relación entre la plaza pública y el movimiento. La activación sucedió un domingo al mediodía y, frente al Templo de San Diego, que domina el costado poniente de la plaza, se instaló una pantalla electrónica de grandes dimensiones y un toldo que ofrecía sombra a varias decenas de sillas. Una empresa de telefonía celular, en coordinación con el ayuntamiento de Morelia, presentaba la transmisión en vivo de un partido de futbol soccer para el público reunido en la plaza.

Al terminar el partido, los espectadores han gritado y hasta saltado ocasionalmente de sus asientos, pero en términos prácticos HAN ESTADO SENTADOS durante un par de horas, observando un aburrido encuentro deportivo mientras un maestro de ceremonias les incita a pensar que se están divirtiendo, cortesía de la marca líder en comunicación móvil a nivel nacional. Mientras varios operarios desmontan la pantalla, el toldo y la sillería que han sido usados para crear la ilusión de un “domingo deportivo”, otros entes toman sigilosamente posesión del espacio: un grupo de niños recorre la plaza golpeando un viejo balón de soccer, corren sin ningún orden ni trayectoria definida y, de vez en cuando, disparan a una imaginaria línea de meta. Dos adolescentes aguardan un poco más, hasta que la plaza queda completamente vacía de espectadores, para iniciar una práctica de parkour. Durante más de una hora utilizan los enrejados del césped como obstáculos, toman impulso, saltan con pies y manos a un pedestal, y desde allí se proyectan hacia el vacío que se forma fuera del templete de la plaza. Los niños que han estado jugando futbol se detienen a mirar con gran curiosidad los movimientos de parkour, al grado incluso de intentar imitarlos. Del otro lado de la plaza, un grupo de jóvenes mujeres que ha estado esperando en una banca del parque, inicia el ensayo de una escolta de bandera, recorriendo grandes distancias de la plaza siguiendo puntualmente las órdenes de su comandante. Otro grupo femenino, más numeroso y más joven, desciende de un autobús, y con ánimo turístico se acerca al monumento ecuestre de José María Morelos. Desde allí se divide en varios pequeños grupos que abarcan con su caminar todos los rincones de la plaza, en diferentes secuencias de visita a las mismas estaciones: el antiguo convento, el santuario de Guadalupe, las tiendas cercanas al andador peatonal, el templete donde los jóvenes continúan practicando parkour, y convocadas por el compositor Jorge Alba, la estación de Warning Tapes que se encuentra al centro de la plaza. 

Para este momento, todos los personajes de movimiento que he descrito ya han tomado turno en el uso de Warning Tapes; como siempre ocurre, los niños son los que se han comprometido con mayor intensidad en el descubrimiento de la motricidad y en el disfrute de la respuesta sonora. Sin embargo todos los demás personajes han hecho también un gran esfuerzo, tal vez solamente menos atrevido y desenfadado que los niños. Esta activación me ha convencido de la necesidad tan grande que tenemos de continuar propiciando instantes de movimiento libre en nuestras plazas y espacios públicos, eventos fugaces que puedan contraponerse con efectividad al hegemónico deseo de simplemente observar o simplemente escuchar. Siendo radical, he llegado a pensar en ocasiones que no importa tanto si lo que se atiende es fútbol, danza regional o teatro callejero; todos estos eventos refuerzan la costumbre de contemplar sin participar que se nos ha inculcado desde pequeños. Pienso que la plaza pública debe ser también, y primordialmente, un espacio que promueva la activación del cuerpo antes que de los ojos y los oídos. Me alegra darme cuenta de que los más jóvenes impulsan este desplazamiento con su quehacer, y me emociona poder estar cerca de ellos para atestiguar la manera en que conducen esta transformación.